Probablemente el sentido del olfato es uno de los menos desarrollados en los humanos. Aún así el sentido del olfato es clave para distinguir olores, apreciar distintos gustos o incluso alertarte de situaciones peligrosas.
La alteración o pérdida del olfato puede ser uno de los trastornos con menos repercusión, pero eso no significa que no sean importantes. En muchas ocasiones, sobre todo sociales, este déficit sensorial puede limitarnos e incluso implicar la primera manifestación de una enfermedad grave.
La interferencia en el sentido del gusto es posiblemente la repercusión más importante para las personas que sufren un trastorno del olfato. Existe una sinergia entre el gusto y el olfato, por ese motivo, una alteración en cualquiera de ellos tiene como consecuencia una alteración en la percepción de los sabores.
¿Qué causa la pérdida de olfato?
El sentido del olfato se ubica en unas células situadas en la parte más alta de la cavidad nasal , que conectan con neuronas específicas que envían la señal olfatoria al cerebro. Existen diferentes condiciones que dan lugar a la afectación del olfato. La causa más común suele ser la inflamación crónica de la nariz y los senos paranasales.
Podríamos clasificar los trastornos del olfato en función del tipo de alteración:
- Alteraciones cuantitativas: Disminución o anulación del olfato (anosmias, hiposmias e hiperosmias). Según la localización de la lesión, podemos hacer la siguiente diferenciación:
- Transmisivos: Cuando la alteración impide la llegada de odorivectores al epitelio olfativo.
- Perceptivos: Cuando la alteración tiene lugar a nivel epitelio, vía nerviosa o nivel central.
- Mixtos: Cuando las dos alteraciones anteriores se mezclan.
- Idiopáticos: Cuando no se puede identificar el lugar de la lesión.
- Alteraciones cualitativas: Distorsión de la percepción olfativa (parosmias, cacosmias y osmofobia). Estos trastornos pueden afectar a todos los olores, aunque también existe la posibilidad de que el trastorno afecte a uno solo.
Hiposmia y anosmia
Las alteraciones cuantitativas del olfato ocurren cuando tiene lugar una inflamación intranasal u otra obstrucción que impide que los olores ingresen en el área olfatoria, una destrucción del neuroepitelio olfatorio o una destrucción de los filamentos, bulbos, trayectos o conexiones centrales del nervio olfatorio.
En otras palabras, estas alteraciones ocurren cuando hay una pérdida total (anosmia) o parcial (hiposmia) de la capacidad olfativa o umbral olfativo.
Fundamentalmente existen dos motivos que causan estos trastornos:
- Patologías que obstruyen la entrada de aire e impiden que llegue a los receptores olfativos de la parte alta de las fosas nasales: resfriado común, rinitis (alérgicas, infecciosas…), sinusitis, desviación del tabique nasal…
- Patologías del aparato receptor nerviosa y de la vía nerviosa central: traumatismos craneoencefálicos, envejecimiento o enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer.
Cuando las lesiones afectan a cualquier punto de la vía nerviosa entre el epitelio olfativo y el córtex cerebral, existen tres grupos para identificar los déficits olfativos:
- Epitelio: Puede verse afectado por causas infecciosas, tóxicas (cocaína, gases irritantes…), traumáticas o metabólicas (diabetes).
- Retroepitelial o neuronopática: Tiene lugar cuando el epitelio neurosensorial olfativo está intacto y la lesión se localiza en los fascículos del primer par craneal.
- Central: En este caso, la lesión afecta al bulbo olfatorio, el tracto olfatorio lateral, las áreas paleocorticales, el neocórtex olfatorio o sus interconexiones. Suele ser causado por alcoholismo crónico, enfermedades psiquiátricas (esquizofrenia, psicosis ciclotímica, depresión), enfermedad de Parkinson, enfermedad de Alzheimer…
Además de la anosmia y la hiposmia, existe otra alteración cuantitativa del olfato: la hiperosmia.
Es un trastorno poco frecuente y tiene lugar cuando hay un aumento de la sensibilidad olfatoria, los umbrales olfatorios son inferiores a los normales. Por ejemplo, durante la menopausia o el embarazo.
Parosmia, cacosmia y osmofobia
Como hemos comentado anteriormente, existen tres tipos de alteraciones que distorsionan la percepción de los olores: parosmia, cacosmia y osmofobia.
- Parosmia: Se trata de interpretaciones erróneas de la realidad, cuando un olor agradable es percibido como desagradable. Puede deberse al hambre, saciedad, estado sexual, consumo de alcohol…
- Cacosmia: Se trata de la percepción de un olor desagradable debido a estímulos originados en el organismo sin existencia de moléculas olorosas en el ambiente.
- Cacosmia objetiva: Existen costras fétidas, tejido necrótico o secreciones purulentas en la nariz y, en ocasiones, se puede percibir el olor.
- Cacosmia subjetiva: No existe una causa patológica evidente y son difíciles de diferenciar de las alucinaciones olfativas.
- Osmofobia: Es debida a experiencias vitales previas y se presenta en una reacción de miedo ante la presencia de un determinado olor.
Tratamientos de los trastornos olfativos
En cuanto al tratamiento de las alteraciones olfativas, se recomienda estudiar cada caso independientemente y aplicar el tratamiento más adecuado para cada paciente. En función de las causas, los síntomas del paciente o de las consecuencias que puede estar ocasionando el trastorno.
Veamos algunos ejemplos de tratamientos:
- En las anosmias de transmisión, el tratamiento debe ir encaminado a resolver la causa de la obstrucción nasal para así conseguir la llegada de las moléculas olorosas al epitelio. Será médico o quirúrgico dependiendo de la causa desencadenante.
- En las anosmias epiteliales, se usan distintos tratamientos para favorecer la reepitelización de las neuronas receptoras: piracetam, corticoides, vitamina A, complejo vitamínico B…
- En las anosmias perceptivas, la recomendación es tratar la causa que la origina aunque no suelen tener posibilidades terapéuticas.
En la clínica Otorrinolaringología Sagrada Familia contamos con un equipo de expertos en patologías de la olfacción. ¿Tienes problemas olfativos? ¡No dudes en ponerte en contacto con nosotros!
